CAPÍTULO 18 : BDSM NO ES ABUSO

BDSM NO ES ABUSO
Tiempo de lectura: 25 minutos
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Hoy toca un capítulo que va a ser duro: CAPÍTULO 18 : BDSM NO ES ABUSO

Hablar de abuso dentro del BDSM es, para muchas personas, como agitar un avispero. A menudo se teme que abrir este tipo de temas contribuya a alimentar los prejuicios que asocian el BDSM con la violencia o el maltrato. Sin embargo, no hablar de ello no solo no protege la comunidad, sino que la pone en riesgo. Porque sí, el abuso existe dentro del BDSM, y no porque la práctica lo fomente, sino porque hay personas que lo disfrazan de juego de poder para manipular, dañar o controlar sin consentimiento real.

El BDSM, cuando se practica de forma ética, se basa en tres pilares fundamentales: consentimiento, comunicación y confianza. Si alguno de estos elementos se rompe o se falsea, lo que queda no es BDSM: es abuso con estética alternativa. Y reconocerlo no es sencillo, sobre todo cuando se está dentro de una dinámica intensa, emocionalmente vinculante o con desequilibrio de experiencia entre las partes.

Este artículo nace para visibilizar ese tipo de situaciones. No para demonizar el BDSM, sino para protegerlo de quienes lo pervierten desde el abuso. Hablaremos de cómo detectar las señales, qué diferencias existen entre una práctica consensuada y una relación dañina, cómo actuar si se vive una experiencia abusiva, y qué hacer como comunidad para no mirar hacia otro lado.

Porque el BDSM no es un refugio para el abuso. Es, o debería ser, un refugio para quienes desean explorar su sexualidad, sus límites y sus vínculos desde el respeto más profundo. Y para que siga siéndolo, hay que mirar de frente a sus sombras.

Una de las confusiones más peligrosas en torno al BDSM es creer que cualquier dinámica de control, dolor o sumisión entra dentro de esta práctica simplemente por el hecho de parecerlo. Nada más lejos de la realidad. El BDSM no es una excusa para ejercer poder de forma arbitraria, ni una carta blanca para dañar a otra persona. Y si lo es, entonces no estamos hablando de BDSM: estamos hablando de abuso.

La diferencia fundamental radica en el consentimiento informado y continuado. En una relación BDSM sana, todas las partes han acordado de forma explícita qué se va a hacer, cómo se va a hacer y qué límites no se pueden cruzar. El consentimiento es activo, puede retirarse en cualquier momento y se sustenta en una comunicación constante. En una relación abusiva, el consentimiento está ausente, forzado, manipulado o no se respeta. Da igual si se firmó un contrato o se habló antes: si se ignora la voluntad de la otra persona, no es BDSM.

Otra diferencia esencial es el equilibrio de poder negociado y reversible frente al control unilateral. En el BDSM, incluso las dinámicas de entrega total están basadas en acuerdos donde las personas sumisas conservan el derecho a detener la interacción en cualquier momento. En el abuso, el poder se impone, no se negocia. La persona dominante no escucha, no valida límites, o se enfada si se le cuestiona.

También hay una distinción muy clara en el uso del castigo y el dolor. En el BDSM, estos elementos se introducen como parte del juego, con fines eróticos, psicológicos o emocionales, pero siempre con límites y mecanismos de parada. En el abuso, el castigo se convierte en una forma de sometimiento fuera de control, y el dolor se usa para herir, humillar o someter más allá del pacto original.

Para dejarlo claro, aquí tienes un cuadro comparativo:

BDSM ÉticoAbuso disfrazado de BDSM
Consentimiento informado y negociadoCoacción, presión o manipulación emocional
Palabra de seguridad respetadaPalabra de seguridad ignorada o ridiculizada
Dinámicas reversibles y con revisiónControl absoluto, permanente y sin diálogo
Dolor o disciplina con fines consensuadosCastigo arbitrario, humillación no consensuada
Comunicación constante y post-sesión (aftercare)Silencio, invalidación o culpa después de la sesión

El abuso dentro del BDSM no se ve como en una película. Muchas veces se presenta como «parte del rol», como «ser un/a buen/a sumiso/a» o como “dominación intensa”. Pero si algo duele más allá de lo físico, si anula tu voluntad, si te hace sentir menos o atrapado, no es BDSM: es maltrato con corsé de cuero.

El abuso dentro del BDSM no suele empezar con golpes, ni con humillaciones extremas. Empieza de forma más sutil: con comentarios que generan culpa, con límites que se empujan “sólo un poco”, con silencios cuando se pide respeto. Por eso es vital aprender a identificar las señales de advertencia (red flags) antes de que una dinámica se vuelva peligrosa o destructiva.

Hay comportamientos que, aunque se presenten como parte de un juego de poder, esconden dinámicas claramente abusivas. Algunos de ellos pueden pasar desapercibidos si la persona es carismática, popular en la comunidad o tiene una imagen de “experta”. Pero ninguna reputación justifica el daño. Y ningún rol otorga permiso para destruir a otro ser humano.

A continuación, se presentan las señales más comunes, diferenciadas en tres bloques: generales, específicas para personas sumisas, y específicas para personas Dominantes.


🔴 Red flags generales (para cualquier rol):

  • No respeta la palabra de seguridad o se burla de ella.
  • Presiona para participar en prácticas no deseadas con frases como “si me amas lo harías” o “deja de ser tan vainilla”.
  • Ignora o ridiculiza los límites establecidos.
  • Actúa sin acuerdo previo, incluso si es para “sorprender”.
  • Cambia las reglas del juego sin avisar, haciendo creer que es parte del proceso.
  • Aísla a la otra persona del entorno social, o desacredita a otras personas con las que mantiene relaciones BDSM.
  • Evita las conversaciones de cuidado posterior (aftercare) o las minimiza.
  • Utiliza el rol para ejercer control fuera del ámbito pactado.
  • Desacredita otras voces críticas con frases como “es que no entienden el verdadero BDSM”.

🔴 Red flags específicas hacia personas sumisas:

  • Te hace sentir que no tienes valor fuera del rol.
  • Minimiza tus emociones o reacciones durante una sesión.
  • Te dice que estás fallando como sumisa si cuestionas algo.
  • Exige obediencia absoluta sin haberlo negociado previamente.
  • Te castiga fuera de escena por decisiones personales.
  • Te compara constantemente con otras personas sumisas para hacerte sentir insuficiente.
  • Te manipula para que no uses palabra de seguridad, o te dice que decepcionas si la usas.

🔴 Red flags específicas hacia personas Dominantes:

  • La persona sumisa juega con el chantaje emocional para modificar los acuerdos.
  • Rompe acuerdos de forma recurrente y sin diálogo.
  • Te culpa por sus emociones constantemente, incluso cuando se ha consensuado la dinámica.
  • Utiliza el rol para intentar controlar tu vida personal fuera de escena.
  • Sabotea la escena y luego se victimiza para desviar la conversación.
  • No respeta tus propios límites como persona Dominante, creyendo que tienes que “aguantar más” por tu rol.

En cualquier rol, el patrón se repite: cuando se empieza a normalizar el malestar, se está abriendo la puerta al abuso. El BDSM puede ser exigente emocionalmente, sí, pero nunca debería romper a nadie por dentro. Si una dinámica te hace sentir inferior, atrapado o invisible, no es que no estés entendiendo el juego… es que el juego se ha vuelto peligroso.

Las dinámicas 24/7, los vínculos de entrega prolongada o los acuerdos de poder intensos son, sin duda, de los más potentes que pueden vivirse dentro del BDSM. Pero precisamente por esa intensidad, son también los más vulnerables a que el abuso se infiltre sin ser reconocido. Cuando el control es constante y la sumisión se convierte en parte de la vida diaria, los márgenes del consentimiento pueden diluirse peligrosamente si no existe una base sólida de ética, revisión y cuidado.

El abuso emocional en una relación BDSM de largo plazo no siempre grita. No siempre deja marcas visibles. Pero desgasta, aplasta, desorienta. Puede venir en forma de silencios fríos como castigo, de exigencias que cambian sin previo aviso, de afecto que se concede o se retira como moneda de control. También puede aparecer como sobrecarga emocional sobre la persona Dominante, si la persona sumisa manipula el rol para victimizarse, chantajear o romper acuerdos de forma sistemática.

💣 Formas en que se manifiesta el abuso emocional:

  • Gaslighting o distorsión de la realidad, haciendo que la otra persona dude de sus percepciones o emociones.
  • Dependencia emocional forzada, donde se construye una idea de que fuera del vínculo la otra persona “no es nada”.
  • Aislamiento social progresivo, disfrazado de “protección del vínculo” o “exclusividad”.
  • Castigos emocionales constantes, como el silencio, la retirada de afecto o la humillación emocional, sin contexto de juego.
  • Desigualdad emocional, donde una parte descarga todo su peso emocional pero nunca recibe cuidado ni validación a cambio.
  • Revisión de acuerdos inexistente o manipulada, evitando que la otra persona cuestione o renegocie su lugar.

Lo más complejo de estas dinámicas es que, muchas veces, la entrega es real, pero el cuidado no lo es. Y eso convierte lo que debería ser una construcción de poder compartido en una prisión emocional disfrazada de compromiso. No se trata de cuestionar el 24/7 ni las dinámicas intensas —que pueden ser profundamente transformadoras—, sino de recordar que sin revisión, sin escucha, sin humanidad… cualquier estructura de poder puede volverse una herramienta de destrucción.

Quien domina, cuida. Quien se entrega, también merece sostén. Y si no hay equilibrio, no hay vínculo: hay abuso con estética ritualizada.

María es una persona sumisa que ha estado durante dos años en una relación 24/7 con su persona Dominante, José. Desde el principio, la relación fue intensa: él estableció reglas claras, protocolos estrictos, y se encargó de cada detalle de su vida diaria. Al principio, María lo vivía como un sueño hecho realidad. Sentía que había encontrado a alguien que la entendía, que la guiaba, que le ofrecía estructura y seguridad.

Sin embargo, con el tiempo, empezaron los cambios sutiles. Si María expresaba incomodidad ante alguna orden, José la acusaba de ser “débil” o “inmadura”. Si tenía un mal día y pedía tiempo para sí, él respondía con silencio durante horas o días. Los castigos empezaron a no estar relacionados con ninguna infracción, y muchas veces se aplicaban después de que María mostrara emociones no deseadas como tristeza o frustración.

José le prohibió hablar con otras personas Dominantes, asegurando que “no necesitaba más guías”. Cuando María quiso renegociar algunos límites que ya no le hacían sentir cómoda, él dijo que eso rompía el acuerdo y que, si no podía cumplir su rol al 100%, entonces no era una “verdadera sumisa”.

Pasaron los meses, y María empezó a experimentar ansiedad constante, insomnio, y una profunda sensación de vacío. Pero no sabía ponerle nombre. Tenía interiorizado que su deber era obedecer, y que las emociones que sentía eran un fallo suyo, no del vínculo.

Este es un caso clásico de abuso emocional disfrazado de dinámica BDSM. El control absoluto no se negoció de forma continua. No existió espacio para la duda, ni validación emocional. Y la persona sumisa fue reducida a una función, no cuidada como ser humano.

Darse cuenta de que una relación BDSM es abusiva no es fácil. Muchas personas tardan meses, incluso años, en identificar que lo que están viviendo no es una entrega consciente, sino una forma de sometimiento destructiva disfrazada de juego. El poder en el BDSM no es un permiso para dañar, ni la sumisión una excusa para soportarlo todo. La salida de una dinámica abusiva debe ser un acto de autoprotección, no de culpa.

Aquí no hay soluciones mágicas, pero sí pasos concretos. Acciones que pueden marcar la diferencia entre una salida caótica y una salida planificada. Porque cuando se rompe una dinámica abusiva, lo que se está rompiendo no es sólo una relación: también se está reconstruyendo la dignidad, la autonomía y el sentido de identidad.


1. Nombra lo que está ocurriendo

El primer paso siempre es el más doloroso: reconocer que hay abuso. No te estás volviendo débil, ni estás fallando como persona sumisa o Dominante. Lo que estás experimentando no es “intensidad”, ni “una prueba”, ni “algo que ya pasará”. Si te sientes anuladx, desvalorizadx o atrapadx, hay una señal clara: el vínculo no es sano. Y si no es sano, es peligroso.


2. Pide apoyo fuera de la dinámica

Salir de una relación abusiva no es algo que debas hacer a solas. Busca apoyo en personas externas al vínculo. Si perteneces a una comunidad BDSM responsable, acércate a alguien de confianza. También puedes recurrir a terapeutas con experiencia en sexualidad o BDSM, grupos de ayuda o redes de apoyo emocional. Hablar es la primera línea de resistencia contra el aislamiento.

Y si quien te escucha minimiza lo que estás viviendo con frases como “eso es parte del juego”, “eso es cosa de ustedes” o “seguro es un malentendido”, aléjate. No todo el mundo está capacitado para ayudarte.


3. Documenta lo que puedas

Si es posible y seguro, empieza a registrar lo que sucede. Capturas de mensajes, audios, imágenes, cambios en los acuerdos, palabras que antes no te afectaban y ahora sí. No es para vengarte, sino para no perderte en la manipulación que muchas veces acompaña a estas dinámicas. Tener registro puede ayudarte a ver el patrón de abuso con más claridad.


4. Diseña una salida segura

No todas las personas pueden cortar el vínculo de golpe. En dinámicas 24/7 o de convivencia, puede ser incluso peligroso. Por eso, planifica la salida como si fueses tu propia red de seguridad: establece contactos de emergencia, define un día para irte, busca dónde quedarte si es necesario, y asegúrate de que tu entorno sabe lo que ocurre.

Recuerda: no necesitas justificar tu salida. Nadie tiene derecho a retenerte en un juego que ya no eliges jugar.


5. No idealices el pasado

Es común, tras salir de una relación abusiva, recordar los “buenos momentos” y dudar de la decisión tomada. Es el ciclo de trauma, no una señal de que te equivocaste. No estás traicionando nada ni a nadie por elegir tu bienestar. Te estás eligiendo a ti, y eso también es un acto BDSM: poner límites donde ya no hay consenso.


Este camino no es fácil, pero es necesario. Salir de una dinámica BDSM abusiva es una forma de reapropiarse del poder que se entregó con amor, pero que fue utilizado con violencia. Y no hay error en haberse entregado. El error está en quien usó esa entrega para destruir.

El BDSM no es un espacio aislado ni libre de la responsabilidad social. Al contrario, al formar parte de una comunidad que promueve el poder, la confianza y el respeto, nos encontramos en una posición única para educar, visibilizar y proteger. Las personas dentro del BDSM tienen que ser las primeras en frenar cualquier indicio de abuso, ya sea dentro de sus propias relaciones o en su entorno.

🔐 Educación: la base de todo

El mayor error que podemos cometer es asumir que el BDSM es algo “instintivo” o que solo se puede aprender a través de la práctica. La educación es clave. Desde el principio, cuando alguien se acerca al BDSM, debemos ser honestos con ellos sobre los riesgos, las responsabilidades y los valores que definen una relación segura y consensuada.

Es fundamental fomentar espacios de aprendizaje seguros donde las personas, sin importar su rol, puedan entender los principios del consentimiento, los límites y las dinámicas de poder. Sin educación no hay BDSM seguro, solo un juego peligroso. Y esa educación no debe limitarse a los aspectos técnicos de las prácticas, sino a la parte emocional, psicológica y ética que, lamentablemente, muchas veces se pasa por alto.


👁 Visibilización: Exponer el abuso y la manipulación

El abuso y la manipulación son temas que deben ser visibilizados y tratados sin tabúes. Cada vez que un caso de abuso o manipulación se oculta por miedo al juicio, se perpetúa el ciclo de silencio y sufrimiento. Si una persona Dominante o sumisa está en una relación abusiva, el resto de la comunidad tiene la obligación de intervenir. No se puede permitir que la “percepción de autoridad” sea una excusa para maltratar.

La visibilización no solo implica hablar de los abusos, sino también mostrar cómo el BDSM puede ser una práctica sana y enriquecedora. Destacar las historias de éxito, las relaciones equilibradas, los cuidados entre participantes. El BDSM no es una cultura de abuso. Es nuestra responsabilidad que esa imagen quede clara, y que los abusadores no encuentren refugio en el anonimato o el silencio.


🛑 Proteger: el consentimiento como muro

Es sencillo, pero esencial: el consentimiento informado y continuo debe ser nuestra línea roja, el muro de protección para todos los involucrados. Y no solo en el inicio de la relación, sino en su transcurso. Las personas Dominantes tienen la responsabilidad de asegurar que la sumisión de la otra parte se mantiene voluntaria, respetuosa y consciente en todo momento. Y las personas sumisas deben poder retirar ese consentimiento sin temor a represalias emocionales, físicas o psicológicas.

Además, debemos proteger el acceso a redes de apoyo externas a la comunidad BDSM, como terapeutas especializados, servicios de emergencia, líneas de ayuda y recursos educativos, para que las personas puedan buscar asistencia sin sentirse juzgadas ni señaladas.


La ética como eje: respetar el papel de cada uno

La ética debe estar presente en cada interacción, en cada dinámica, en cada práctica. El BDSM no es excusa para los comportamientos destructivos, sino para encontrar el placer en la entrega y el control, en el juego y la conexión. Quien se adentra en esta práctica, sea Dominante o sumiso, debe comprender que lo que está en juego es el respeto mutuo.

El verdadero BDSM se basa en la responsabilidad, el respeto y el entendimiento de que no todo es permisible, aunque esté dentro del marco de los roles. El consentimiento, la comunicación y la seguridad son los tres pilares sobre los que debe construirse toda relación BDSM. Y si alguna vez uno de estos pilares se quiebra, lo que debería haber sido un acto de entrega y poder se convierte en una amenaza.


En última instancia, todos somos responsables de que el BDSM siga siendo un espacio de seguridad y autodescubrimiento. La comunidad no puede quedarse callada ante el abuso; debe ser la primera en señalarlo, corregirlo y educar sobre lo que realmente significa tener una relación BDSM saludable. No hay excusa para tolerar la manipulación, el abuso o la falta de respeto. Cuidar el BDSM significa cuidarnos a nosotros mismos y a los demás.

El BDSM, cuando se practica de manera ética y consensuada, es una herramienta poderosa para el autoconocimiento, la conexión profunda y el placer. Sin embargo, para que funcione de esta manera, es imprescindible que cada persona se comprometa no solo con su propio bienestar, sino también con el respeto hacia los demás. No podemos permitir que el abuso o la manipulación se disfracen de una dinámica de poder consensuado. Cada uno de nosotros tiene la responsabilidad de crear espacios seguros donde los valores de respeto, comunicación y consentimiento sean siempre la base de cualquier interacción. La educación y la reflexión constante son nuestras aliadas más poderosas para prevenir el abuso, proteger a los vulnerables y, sobre todo, mantener la integridad de nuestra comunidad BDSM.

En última instancia, el BDSM no debe ser un terreno donde prevalezca el silencio ante el abuso, sino un espacio donde se fomente la seguridad emocional, el respeto absoluto por los límites y la integridad de todos los participantes. Como comunidad, debemos seguir educando, visibilizando las conductas abusivas y protegiendo a quienes no tienen voz o no se sienten capaces de romper el ciclo. Solo a través de la colaboración y el compromiso colectivo podremos asegurar que el BDSM siga siendo una práctica de empoderamiento, no de subyugación. Debemos cuidar de nuestra comunidad, garantizando que cada dinámica, cada relación, y cada acto se realice dentro de un marco de respeto y de verdadera entrega. Al final, lo que buscamos es una práctica segura y respetuosa para todas las personas, independientemente del rol que asuman.

En #LaEscuelaDeBDSM, me enorgullece ofrecer un espacio de aprendizaje y reflexión completamente independiente. Mi labor no se financia mediante clases de pago ni cuento con patrocinadores que respalden mis actividades. La única fuente de apoyo económico proviene de la venta de los libros de la Saga MyA, disponibles en sagamya.laescueladebdsm.com. Estos libros, escritos con dedicación buscan educar, inspirar y entretener, enseñando los distintos tipos de relaciones: abiertas, poliamorosas, BDSM y cuck, además de las normativas.

Cada ejemplar de la Saga MyA comprado en mi tienda incluye algo muy especial: una firma manuscrita y una dedicatoria personalizada de mi parte, reflejo de mi compromiso por mantener una conexión cercana y auténtica con quienes me apoyan. Al adquirir uno de estos libros, no solo estarás disfrutando de una historia envolvente, sino también apoyando una iniciativa educativa única que busca desmitificar el BDSM y promover una práctica ética y consensuada. Tu contribución es vital para que pueda seguir llevando adelante esta misión.

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Recuerda que yo no soy ningún Maestro ni Tutor, solo soy una persona que expresa su experiencia y conocimientos dentro de nuestra cultura.

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