
BDSM Y LAS RELACIONES VAINILLA
Hoy toca hablar del BDSM Y LAS RELACIONES VAINILLA. Nunca falta quien, al escuchar que practico BDSM, asume automáticamente que tengo una relación monógama, sellada con contrato, rituales diarios y una agenda sexual más estricta que la del Pentágono. Y si además menciono que tengo una dinámica D/s, se imaginan una relación cerrada, jerárquica y exclusiva, donde no cabe ni una mirada ajena. Pues bien… spoiler: no siempre es así.
El BDSM no es patrimonio de la pareja tradicional. De hecho, cada vez más personas que viven relaciones no monógamas —poliamor, relaciones abiertas, vínculos múltiples, cuckold, tríos estables o inestables, o simplemente gente que no quiere etiquetas pero sí acuerdos— están integrando dinámicas de poder consensuado en sus estructuras relacionales. Y ahí es donde la cosa se pone interesante.
En este artículo quiero explorar justamente eso: cómo se vive el BDSM más allá de la relación “clásica” de dos personas. Cómo se negocia el poder, el consentimiento y la emocionalidad cuando entran en juego más de dos vínculos, con diferentes niveles de compromiso, intensidad o jerarquía. Qué pasa cuando hay más de una persona dominante, más de una sumisa, o simplemente múltiples acuerdos que conviven y se entrelazan.
No es fácil. No es rápido. Pero es posible. Y puede ser increíblemente enriquecedor. Solo hace falta lo de siempre: comunicación brutalmente honesta, acuerdos sólidos, y saber que en esta vida no se domina a nadie que no quiera ser dominado… y menos aún cuando hay más personas observando.
La negociación en relaciones múltiples
Si ya negociar con una persona puede ser complejo, añadir una segunda, tercera o cuarta persona a la ecuación hace que el BDSM se parezca más a una partida de ajedrez tridimensional que a una simple dinámica de poder. Porque no se trata solo de decir “sí, acepto ser sumisa/o de este Dom”, sino de preguntarse: ¿cómo afecta esto a los otros vínculos que tengo? ¿Hay jerarquías? ¿Todas las personas involucradas están al tanto? ¿Qué acuerdos se cruzan?
Lo he dicho muchas veces, y lo repito: el BDSM es negociación permanente. Y si además le sumas una estructura relacional no monógama, esa negociación se multiplica. Cada nuevo vínculo no solo implica una conexión emocional o sexual nueva, sino también la revisión de los acuerdos previos. Porque no es lo mismo una sesión puntual con alguien externo que una nueva dinámica 24/7 que entra en juego.
El consentimiento no es lineal
Uno de los errores más comunes en este tipo de estructuras es asumir que “si mi pareja y yo somos abiertos, entonces puedo iniciar una dinámica BDSM sin consultar más”. No. El consentimiento informado también aplica a cómo afectan nuestras prácticas a otras personas con las que ya compartimos vínculos. Esto no significa pedir permiso, sino ser consciente del impacto que pueden tener nuestras decisiones en la red relacional.
El contrato BDSM se reescribe
Quienes trabajamos con contratos —formales o informales— sabemos que no son un “para siempre”, sino un “por ahora”. En contextos con múltiples relaciones, estos contratos necesitan revisiones más frecuentes: ¿sigue teniendo sentido el protocolo actual? ¿Las jerarquías entre roles se mantienen o se ajustan? ¿Qué pasa si una de las partes siente que ha perdido espacio, poder o visibilidad?
La diferencia entre acuerdos y reglas
En relaciones no monógamas y BDSM, distinguir entre acuerdos (flexibles, negociables, conscientes) y reglas (impuestas, rígidas) es esencial. Yo trabajo desde los acuerdos. Eso implica que si alguien entra en mi vida —o en la vida de mi sumisa, por ejemplo—, no basta con decir “esto es lo que hay”. Hay que sentarse, hablar, revisar emociones, posibles roces y crear un marco nuevo. A veces funciona. A veces no. Pero sin ese proceso, lo que se crea no es una red de vínculos sanos, sino un castillo de cartas.
Celos, inseguridades y redistribución del poder
Uno de los mitos más persistentes y dañinos que suelo escuchar es ese de que quienes practicamos BDSM —y encima en estructuras no monógamas— ya tenemos “el control emocional” completamente dominado. Como si usar una fusta también te convirtiera automáticamente en terapeuta emocional de alto nivel. Y no, por si alguien todavía tenía dudas: los celos existen, y aparecen incluso cuando todo ha sido hablado, pactado y renegociado.
Hablar de celos no es hablar de debilidad, es hablar de límites. Y lo digo con conocimiento de causa. He llegado a tener tres sumisas de forma simultánea, en una estructura que funcionaba desde una relación principal ya consolidada. Mi sumisa y yo teníamos nuestras normas claras, consensuadas, y cuando decidimos abrirnos a nuevas incorporaciones, lo hicimos con todo el respeto que merece este tipo de decisión: entrevistas largas, negociaciones cuidadosas y una transparencia total desde el minuto uno.
Cuando se acepta una norma… y luego se rompe
Todas las candidatas sabían perfectamente a qué venían. Nadie fue engañada, nadie fue manipulada, y todas aceptaron, libre y voluntariamente, formar parte de una dinámica ya existente. Pero una cosa es aceptar en frío y otra muy distinta es sostener en caliente. Porque con el paso del tiempo, algunas de ellas empezaron a mostrar celos. No celos sanos, gestionados, hablados o trabajados. Celos destructivos, infantiles y, sobre todo, fuera de lugar.
Y aquí soy tajante: yo no negocio con los celos mal gestionados. Nunca lo he hecho, y nunca lo haré. Cuando las emociones empiezan a dinamitar lo que ya se había construido con honestidad, no tengo problema en romper la relación. Y lo he hecho. Varias veces. Porque para que una estructura funcione, cada persona implicada tiene que asumir su responsabilidad emocional. El BDSM no es una terapia emocional para quien no se conoce a sí misma o a sí mismo.
Redistribuir el poder con inteligencia emocional
Tener varias sumisas no es un juego de coleccionismo ni una cuestión de ego. Es trabajo emocional, atención dividida, y una vigilancia constante para que todas se sientan vistas, respetadas y cuidadas. Pero para eso hace falta que cada persona sepa cuál es su lugar, y no intente reescribir la jerarquía porque algo no le gusta o no se siente suficiente. Lo he dicho y lo repito: la jerarquía no es injusta cuando ha sido negociada y aceptada desde el principio. Es una estructura. Y si alguien no la puede sostener, no está preparada para ese tipo de relación.
El poder tiene límites, y yo también
No me interesa ejercer poder sobre alguien que me hace sentir que tengo que andar con pies de plomo para evitar sus inseguridades. Mi rol no es el de un salvador emocional, ni el de un administrador de heridas personales no resueltas. Cuando redistribuyo poder en una red relacional, lo hago con cabeza fría y corazón firme. Sé lo que puedo sostener. Sé lo que no tolero. Y los celos no tienen cabida en mi estructura.
Modelos de relaciones no monógamas y BDSM
Cuando se habla de relaciones abiertas o poliamorosas dentro del BDSM, hay quien se imagina una especie de comuna erótica con collarines para todos y sesiones grupales llenas de armonía espiritual. Spoiler: eso no existe. O al menos, no como lo pintan. La realidad es mucho más compleja, y si no se tiene un modelo claro de relación, la cosa se desmorona antes de que te dé tiempo a sacar la cuerda.
Una relación no monógama que incorpora BDSM no puede improvisarse. Puede evolucionar, sí, puede adaptarse, también, pero no puede construirse a base de “ya veremos cómo se sienten todos”. Porque lo que está en juego no es solo afecto o sexualidad, sino intercambio de poder real, y eso requiere estructura.
Modelo jerárquico: donde todo tiene un lugar definido
Este es el modelo que personalmente prefiero y que he aplicado con mis sumisas. Hay una relación principal —en mi caso, mi sumisa y yo— y luego se integran otras personas bajo unas normas ya pactadas. No se trata de que las nuevas sumisas sean “menos”, sino que saben en qué posición están y lo aceptan desde el inicio. No hay lugar para ambigüedades ni para “ya veremos si se equilibra todo”.
En este tipo de relación, se respetan los tiempos, los espacios y, sobre todo, las jerarquías emocionales y de poder. Todo está hablado. Todo está documentado. Y si en algún momento algo empieza a chirriar, se renegocia… o se corta. Porque lo que no voy a permitir es que alguien intente trepar posiciones desestabilizando lo que ya existe.
Modelo paralelo: vínculos independientes, con acuerdos cruzados
En otros casos, hay personas que manejan vínculos BDSM paralelos. Es decir, tienen una relación D/s con una persona, y otra completamente distinta con otra, sin que necesariamente exista una estructura común. Puede funcionar, sí, pero exige un nivel de madurez emocional importante. Cada vínculo tiene sus propias normas, pero deben tenerse en cuenta los compromisos previos, para no entrar en contradicciones de fondo.
Aquí, la comunicación se vuelve aún más esencial, porque si el Dominante o la parte sumisa está presente en más de un vínculo, debe ser capaz de no contaminar uno con las carencias del otro. No es nada fácil, y no todo el mundo está preparado para sostener esa carga mental y emocional.
Modelo relacional flexible o red D/s
También existe el modelo más fluido, en el que los roles y vínculos se entrelazan formando algo parecido a una red. Puede haber varias personas dominantes, sumisas compartidas o intercambios temporales de poder. Suena muy libre, pero también es el más proclive al caos si no se establece una base de confianza bestial entre todos.
No hay jerarquía fija, pero sí normas claras de respeto y consentimiento. Aquí se requiere una dosis brutal de autoobservación y honestidad. Porque si ya es complicado manejar dos emociones en una sola cabeza, imagina lo que pasa cuando tienes seis personas intentando encajar en la misma dinámica sin un marco claro.
Casos prácticos y consejos para no naufragar en el intento
Si algo he aprendido en relaciones no monógamas con dinámicas BDSM es que el deseo puede ser espontáneo, pero la logística no puede serlo jamás. Cuantas más personas hay implicadas, más estructura necesitas. Porque esto no va de “improvisar a lo hippie”, va de construir vínculos sólidos donde el juego de poder no se vuelva un campo minado emocional.
Planificación: sí, con calendario en mano
Las sesiones y rituales compartidos no son simplemente encuentros sexuales o simbólicos, son momentos con un valor emocional profundo. Si se comparten con varias personas, hay que calendarizarlo todo. Lo he dicho muchas veces y lo repito: si tienes tres sumisas, no puedes depender de la memoria o el capricho del momento para organizar sesiones.
Hay que establecer turnos, días fijos, incluso temáticas. ¿Hay sesión de disciplina? ¿Se trata de un ritual de entrega? ¿Es una sesión grupal o individual? Cada tipo de interacción requiere una energía distinta, y hay que repartirla de forma justa, sin que nadie sienta que siempre le toca el “resto emocional” de lo que quedó de los demás.
Personalmente, he trabajado con documentos compartidos y sistemas donde cada sumisa podía ver la estructura semanal. Esto no solo evita malentendidos, también demuestra que el Dominante respeta su tiempo y su lugar dentro de la relación.
Comunicación constante: reuniones, ajustes y espacios para hablar
En estructuras complejas, la comunicación no puede quedar reducida a lo “erótico” o a lo que sucede solo en escena. Hace falta tener reuniones específicas para renegociar: revisar lo que ha funcionado, lo que no, lo que ha cambiado emocionalmente o lo que está empezando a molestar.
Yo recomiendo tener, como mínimo, una reunión mensual fuera del contexto de juego. Que sea un momento claro, seguro y honesto donde todas las partes puedan expresar lo que sienten. Nada de castigos, ni recompensas, ni manipulación emocional. Solo feedback.
Además, cada persona debe tener un canal directo y privado contigo, para decirte cosas que quizá no se atrevería a mencionar en grupo. Así se evitan rencores silenciosos y sabotajes pasivo-agresivos que, tarde o temprano, acaban por explotar.
Crecimientos dispares: cuando un vínculo corre y otro se estanca
No todos los vínculos crecen al mismo ritmo. Puedes estar sintiendo una conexión profunda con una persona nueva mientras otra relación más antigua se enfría o se vuelve más mecánica. Esto es normal. Lo importante es no dejar que esas diferencias contaminen la estructura.
Aquí entra en juego el autocontrol y la responsabilidad emocional. Cuando noto que un vínculo se está intensificando mientras otro se ralentiza, no oculto nada, pero tampoco comparo. Explico lo que está ocurriendo desde mi vivencia, sin invalidar a la otra persona. A veces, hace falta renegociar los tiempos, volver a dedicar más sesiones individuales, o incluso dar un descanso emocional a alguno de los vínculos.
Lo que no hago jamás es fingir que todo sigue igual cuando no es así. Porque ese autoengaño no es protector: es combustible emocional para el desastre.
Riesgos y señales de alerta
A veces me preguntan por qué insisto tanto en la negociación, en la jerarquía clara, en las reuniones de revisión… y la respuesta es sencilla: porque lo que está en juego no es solo deseo, sino estabilidad emocional y, en algunos casos, la integridad de las personas implicadas. Las relaciones no monógamas con BDSM pueden ser profundamente enriquecedoras, sí, pero también pueden convertirse en un desastre absoluto si no se gestionan con responsabilidad.
La manipulación disfrazada de poliamor (o de Dominación)
Una de las formas más tóxicas que he visto —y lamentablemente no pocas veces— es la de quienes usan el poliamor como excusa para coleccionar cuerpos sin cuidar vínculos, o peor aún, como escudo para eludir su responsabilidad afectiva.
He conocido personas que se declaran poliamorosas solo porque no quieren comprometerse con nadie, pero exigen exclusividad emocional a los demás. Y Dominantes que justifican sus desplantes con frases del tipo “es que yo soy así, dominante y libre, tú lo aceptaste”. No, eso no es Dominación, eso es manipulación emocional.
Aquí hay una línea clara: si alguien no puede sostener sus palabras con actos coherentes, si cambia las normas sin comunicarlo o si usa el BDSM como tapadera para el ego, estamos frente a un abusador disfrazado de practicante.
Burnout emocional: cuando no puedes más, pero sigues
Otra señal de alerta es el agotamiento emocional. Y no hablo solo del cansancio físico de sostener varias relaciones, sino de esa sensación de estar desbordado y no poder admitirlo. El Dominante que se fuerza a estar presente en todas las sesiones, la sumisa que no quiere “quedar mal” y calla su incomodidad… todo eso suma.
He estado ahí. He tenido etapas en las que sentía que más que disfrutar de los vínculos, los estaba gestionando como si fueran una empresa sin vacaciones. Cuando eso pasa, hay que parar. Redefinir. Elegir. Porque no es tu deber abarcar más de lo que puedes sostener emocionalmente, ni tampoco lo es de la parte sumisa adaptarse a costa de su bienestar.
Este burnout, si se ignora, suele acabar en una implosión: una escena que sale mal, un ataque de celos mal gestionado, una renuncia abrupta. No hay que llegar a ese punto. La prevención es el único camino.
BDSM no es excusa para traicionar
Este es otro clásico: personas que usan el BDSM como coartada para ocultar relaciones, saltarse acuerdos, o directamente ser infieles. “Es que fue solo una sesión de juego, no significó nada”. “No te lo conté porque sabía que te ibas a enfadar y no lo ibas a entender”. Mentira y cobardía, en dos frases.
El BDSM, como el poliamor, se basa en el consentimiento informado. Si hay engaño, se rompe esa base. No hay contrato D/s que justifique la mentira, ni ninguna etiqueta que convierta en aceptable lo que no se ha hablado y acordado. Si necesitas ocultar algo, el problema no es la otra persona, el problema eres tú.
Y si incluimos a vainillas en esta estructura…
Claro, porque nada dice “relación BDSM y no monógama” como invitar a tus amigos más tradicionales —los vainillas— a la fiesta de las reglas, los contratos y los celos bien gestionados. ¿Por qué no? Total, ¿quién no quiere mezclar dinámicas de poder, límites explícitos y reuniones de negociación con alguien que piensa que BDSM es “solo atar muñecas” y que poliamor es “tener muchas parejas sin problema”?
Error 1: Creer que todo el mundo “lo entiende”
Spoiler: no, no lo entienden. Ni de lejos. Por eso pensar que tu pareja vainilla va a aceptar un contrato BDSM o una regla de celos cero sin un choque frontal es como creer que vas a enseñarle a tu abuela a usar TikTok en cinco minutos. Necesita tiempo, paciencia y mucha explicación.
Error 2: Saltarse la negociación porque “somos pareja”
Aquí entra el clásico “yo no necesito explicarte mis límites, somos pareja”. Si hay algo que el BDSM y las relaciones abiertas enseñan es que el amor no sustituye la comunicación. No negociar, no repactar, no sentarse a escuchar, es la receta perfecta para el desastre.
Error 3: Subestimar la complejidad emocional
No es solo sumar cuerpos o actividades. Es lidiar con inseguridades, celos, miedos, cambios en la dinámica que a veces nadie anticipó. Que un vainilla no esté preparado para esto no es una crítica, es simplemente reconocer que cada estructura tiene sus códigos y aprendizajes.
Conclusión irónica: Si vas a invitar a un vainilla a tu juego de BDSM poliamoroso, mejor regálale un manual, una taza con la frase “Paciencia, esto no es Tinder” y mucha empatía. Y si al final no quiere, no es el fin del mundo… recuerda que no todos están hechos para un “nivel experto” en relaciones.
Conclusión
Combinar BDSM con relaciones no monógamas —ya sea poliamor, relaciones abiertas o cualquier configuración fuera de la monogamia tradicional— tiene un potencial realmente transformador. Cuando se hace desde la ética, la comunicación honesta y el cuidado profundo hacia todas las personas involucradas, se abre un espacio para explorar vínculos más libres, auténticos y complejos, sin sacrificar el respeto ni la seguridad emocional.
Sin embargo, este camino no es sencillo ni está exento de desafíos. La clave está en practicar con consciencia y responsabilidad: no solo negociar en frío, sino revisar constantemente, saber escuchar y estar dispuesto a ajustar lo que haga falta. Porque las relaciones, especialmente las que involucran dinámicas de poder y múltiples personas, evolucionan y requieren flexibilidad.
En definitiva, el BDSM puede ser tan flexible como quienes lo viven y disfrutan, siempre que haya una honestidad brutal, acuerdos claros y un compromiso real con el bienestar emocional de todos. Ese es el secreto para que estas formas de relacionarse no solo funcionen, sino que enriquezcan la vida y el placer de quienes participan.
Opinión de Amo Diablillo
He visto de todo en esto del BDSM y las relaciones múltiples, pero si algo tengo claro es que sin negociación constante y sin honestidad brutal, todo se va al garete. No hay atajos ni excusas: los celos, las inseguridades y los malentendidos no desaparecen mágicamente solo porque te pongas una etiqueta poliamorosa o de Dominante.
He tenido hasta tres sumisas simultáneamente, y te aseguro que no tolero ni un ápice de celos mal gestionados. Abrir una relación no es firmar un cheque en blanco para que cualquiera haga lo que quiera. Se necesita más que reglas: se necesita compromiso, comunicación de verdad y, sobre todo, respetar que todos somos personas con emociones reales.
Por eso insisto tanto en que la base es la ética y la responsabilidad, más allá de los juegos de poder o las fantasías. El BDSM y las relaciones no monógamas pueden ser un camino brutalmente hermoso, pero también un campo minado si no vas preparado. Mi consejo: no te lances a la piscina sin aprender a nadar primero. Y si estás nadando y empiezas a ahogarte, no dudes en pedir ayuda o replantear tus límites. Aquí no valen los héroes ni las medias verdades.
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