
24 de Julio Día Internacional del BDSM – UNA FORMA DE VIVIR EN LIBERTAD
El 24 de julio no es una fecha cualquiera dentro del calendario alternativo de las sexualidades disidentes. Es el Día Internacional del BDSM, un día que no figura en los registros oficiales ni cuenta con reconocimientos institucionales, pero que late con fuerza en cada rincón de nuestra comunidad. Es una jornada simbólica en la que celebramos lo que muchas veces el mundo intenta silenciar: que el BDSM es una cultura legítima, compleja, profundamente humana y, sobre todo, una forma de vivir el deseo en libertad.
Esta fecha nos recuerda que somos más que un estereotipo, más que cuero, látigos o sombras mal contadas. Somos personas que han aprendido a construir relaciones desde el consentimiento, el respeto, la comunicación y la entrega consciente del poder. Este día nos invita a mirar hacia dentro, a reconocernos y también a mirar hacia fuera, para alzar la voz ante una sociedad que aún nos estigmatiza. Porque no solo celebramos prácticas, celebramos valores. Y eso, en tiempos de censura y ruido, es profundamente revolucionario.
Historia del 24 de Julio: Origen de una Fecha No Oficial, pero Necesaria
El 24 de julio no fue elegido al azar, ni surgió por casualidad dentro de algún evento internacional. Su origen es mucho más concreto, y también más cercano: la fecha nació en Barcelona, en el mítico local BDSM “Cinco Rosas”, espacio de encuentro, formación y resistencia para la comunidad kink española de principios de los 2000. Fue allí donde, con plena conciencia política y cultural, se propuso crear un día que diera visibilidad a una comunidad históricamente estigmatizada, censurada o malinterpretada. El 24/7, como se lo ha popularizado, no es un simple guiño numérico a las relaciones 24/7 —aunque también lo representa simbólicamente—; es una declaración de existencia: “Estamos aquí, vivimos así, y no tenemos por qué escondernos”.
Desde entonces, esta fecha fue asumida por colectivos, activistas y espacios de formación en todo el mundo como una jornada de celebración, reflexión y reivindicación. A medida que crecía la red internacional de personas y comunidades BDSM, el 24 de julio fue tomando fuerza como símbolo de unidad, como punto de referencia frente a la invisibilidad mediática, la censura digital y el desconocimiento institucional. Aunque algunos textos mencionan otros eventos europeos como inspiración simbólica, el nacimiento real de esta fecha tiene nombre y lugar: Cinco Rosas, Barcelona. Y eso importa. Porque el BDSM también tiene historia, y reconocer sus raíces locales es un acto de justicia cultural.
A nivel histórico, el BDSM ha sido desplazado incluso de los discursos sexológicos más progresistas, y raramente se lo ha reconocido como una identidad relacional o una cultura sexual en sí misma. Durante décadas, se ha confundido con violencia, patología o perversión. En ese contexto, establecer una fecha propia no fue una frivolidad, sino un acto profundamente político. No reivindicamos el dolor, como malinterpretan quienes nos juzgan desde la ignorancia; reivindicamos el derecho a explorar el deseo de forma libre, segura y consensuada. El BDSM, como cultura, lleva en sí una ética del consentimiento, de la responsabilidad y del poder compartido. Tener un día para celebrarlo, educarlo y protegerlo, es una forma de resistencia.
Hasta la fecha, ningún organismo internacional —ni sexológico, ni legal, ni médico— ha proclamado el 24 de julio como un día oficial. Y sin embargo, cada año, esta fecha es celebrada por miles de personas en todo el mundo, porque su valor no necesita permiso institucional. Al contrario: su no oficialidad la hace más potente, más auténtica, más insurgente. Porque el 24 de julio no está en los calendarios gubernamentales, pero sí está en nuestras prácticas, en nuestros discursos, en nuestras luchas. Es el recordatorio de que existimos, de que no somos un fetiche suelto en la red, y de que nuestra forma de vivir el deseo, el cuerpo y el poder también merece respeto, voz y memoria.
¿Qué celebramos realmente en este día?
Cuando se habla del 24 de julio como “Día Internacional del BDSM”, muchas personas ajenas a esta cultura tienden a imaginar una especie de carnaval erótico: fiestas de cuero, máscaras, látigos, cuerpos hipersexualizados y un fetichismo descontextualizado. Pero lo que celebramos en esta fecha va mucho más allá de lo estético y lo sexual. Este día no tiene que ver con un “juego”, sino con el reconocimiento de una forma distinta —y completamente válida— de entender el deseo, el cuerpo, el poder y el vínculo afectivo. Celebramos la existencia de una comunidad que ha sabido construir, desde los márgenes, una ética propia, basada en el consentimiento informado, el respeto mutuo, la responsabilidad emocional y la honestidad.
Celebramos también el derecho a habitar nuestras prácticas sin culpa, sin miedo, sin tener que justificarnos constantemente. Porque en un mundo donde el consentimiento muchas veces brilla por su ausencia, quienes practicamos BDSM hemos hecho del consentimiento un pilar innegociable. Hemos convertido nuestras relaciones en espacios de diálogo profundo, donde el deseo se comunica, se regula y se cuida. En este día, reconocemos el valor de quienes, con años de experiencia, han enseñado que la sumisión no es sumisión sin libertad, que la dominación no tiene sentido sin cuidado, y que el dolor solo tiene cabida cuando nace del placer compartido y del acuerdo mutuo.
No celebramos la transgresión vacía, ni la provocación por sí misma. Celebramos la profundidad de nuestras dinámicas, la humanidad de nuestros vínculos, la fuerza de nuestras elecciones libres. Celebramos la existencia de relaciones basadas en el intercambio de poder, pero gestionadas con más cuidado, comunicación y reflexión que muchas relaciones convencionales. Celebramos también las estructuras comunitarias que han sabido educar, acompañar y proteger, a pesar del juicio y la censura. El BDSM es una cultura viva, con sus códigos, sus límites, sus rituales y su ética. Y esa cultura merece ser honrada.
Este día es también un espacio para el orgullo. Un orgullo diferente al comercializado en las grandes avenidas. Es el orgullo de saber que nos hemos sostenido a pesar de la incomprensión, de que seguimos construyendo espacios seguros, de que seguimos educando incluso cuando todo está en contra. Es el orgullo de mirarnos a los ojos como comunidad y decirnos: “Lo estamos haciendo bien, incluso cuando nadie lo reconoce”. Porque lo que celebramos no es una fantasía, es una elección de vida consciente, libre y profundamente digna.
Reivindicaciones de una cultura invisibilizada
El BDSM no solo ha sido incomprendido: ha sido sistemáticamente invisibilizado, cuando no criminalizado. Nuestra cultura ha tenido que sobrevivir en los márgenes, entre el morbo mediático y la censura digital, entre la patologización psicológica y el silencio legal. A pesar de ser una práctica consensuada entre personas adultas, el BDSM sigue siendo objeto de sospecha, confusión e incluso castigo, tanto social como institucional. Los algoritmos de las redes sociales lo vetan, la medicina lo ha clasificado históricamente como desviación, y buena parte de la educación sexual simplemente lo omite. Frente a esto, el 24 de julio no solo es una celebración, es una llamada de atención: exigimos ser reconocidos como lo que somos —una cultura sexual legítima—, no como una patología ni como una amenaza.
La censura digital es solo una parte del problema. Muchas personas que practican BDSM han vivido situaciones de discriminación en sus lugares de trabajo, en sus familias o incluso en procesos judiciales de custodia o divorcio, donde sus prácticas consensuadas son utilizadas en su contra. La ignorancia institucional convierte el desconocimiento en arma, y la falta de una legislación que contemple el BDSM como una forma válida de relación deja a muchas personas vulnerables ante el sistema. Reivindicar este día es también exigir que se escuche nuestra voz en los espacios donde se legislan, educan y regulan las vidas sexuales y afectivas de las personas.
No se trata de pedir privilegios. Se trata de exigir el mismo trato digno que se reconoce a cualquier otra forma de vivir la sexualidad. El BDSM no está por encima ni por debajo de otras expresiones eróticas o afectivas. Pero sí requiere de una mirada informada y ética, porque cuando se juzga desde la ignorancia, se perpetúan abusos institucionales y se silencia a quienes viven su deseo desde el consentimiento más profundo. El 24 de julio es, en este sentido, una bandera política. Porque cada vez que una persona es señalada por usar una palabra de seguridad, por firmar un contrato entre adultos, o por elegir ser sumisa en su intimidad, se violan derechos fundamentales: el de la libertad sexual, el de la autonomía y el de la expresión.
Por eso, este día es también una trinchera. Una que se levanta no con gritos, sino con educación, con respeto, con presencia constante. Reivindicar el BDSM es luchar contra la infantilización de las prácticas, contra la romantización del abuso que algunos difunden disfrazado de “dominación”, y contra la desinformación que tantos difunden con impunidad. Es exigir representación, seguridad jurídica, formación profesional y espacios donde podamos vivir, aprender y compartir sin miedo. No queremos indulgencia, queremos respeto. No pedimos permiso: pedimos que dejen de excluirnos.
Educación como pilar: la clave para evitar abusos
Si hay una palabra que atraviesa todo el universo BDSM —más allá de roles, prácticas o fantasías— es educación. No como adorno, sino como fundamento ético. Porque en una cultura donde se juega con el poder, donde se transitan los bordes del dolor, del control o de la sumisión, el conocimiento no es opcional, es una necesidad vital. El BDSM sin formación, sin reflexión, sin diálogo, se vuelve terreno fértil para el abuso. Y no se trata de un discurso elitista: se trata de protegernos, de entender lo que hacemos, y de cuidar a quienes comparten su vulnerabilidad con nosotres. Por eso, en un día como el 24 de julio, es imprescindible recordar que practicar BDSM sin educación es como jugar con fuego en una habitación cerrada.
La falta de información clara y rigurosa ha permitido que durante años se confundan prácticas BDSM con dinámicas de abuso emocional o físico. Se ha perpetuado la idea de que quien domina tiene derecho absoluto, o que quien se somete no debe poner límites. Se ha romantizado el control tóxico disfrazado de «sumisión», y se han normalizado conductas violentas sin consentimiento ni responsabilidad. La ignorancia mata —emocional y físicamente—, y por eso educar es un acto de resistencia y cuidado. No basta con saber usar una cuerda o un flogger. Hay que saber negociar, leer al otro, sostener emocionalmente, reconocer límites y asumir responsabilidades antes, durante y después de una sesión.
Frente a esto, el BDSM bien practicado se convierte en una herramienta de empoderamiento. Porque quien se forma, se cuida. Porque quien entiende los marcos del consenso, del SSC, del RACK, del PRICK o del CCC, no solo juega, sino que construye vínculos seguros y auténticos. Porque aprender no es solo leer teoría, sino escuchar a quienes tienen experiencia, compartir errores, y sobre todo, no dejar nunca de cuestionarse. La formación en BDSM es una forma de militancia íntima: una que permite que las relaciones no se conviertan en campos de manipulación, sino en espacios de crecimiento y descubrimiento conjunto.
Por eso el 24 de julio también es un día para rendir homenaje a quienes enseñan, a quienes guían, a quienes han hecho del BDSM una práctica ética, profunda y humana. Y también es un llamado a quienes se acercan por primera vez, para que no se conformen con el porno ni con el consejo mal dado en redes. Porque en esta cultura no basta con desear: hay que saber, entender, cuidar, y cuidarse. Solo así, desde una educación honesta y responsable, el BDSM puede seguir siendo esa forma de libertad consciente que celebramos hoy.
Comunidad: el verdadero orgullo BDSM
En un mundo que nos fragmenta constantemente, hablar de comunidad puede parecer un gesto romántico. Pero en el BDSM, la comunidad no es una ilusión ni una etiqueta vacía: es un espacio real de contención, aprendizaje y resistencia. Es donde muchas personas han encontrado, por primera vez, la libertad de ser sin máscaras. Es donde se han construido vínculos sinceros, donde se ha podido hablar de deseo sin ser juzgado, y donde la diferencia ha sido valorada en lugar de reprimida. En este 24 de julio, más allá de los símbolos y las prácticas, celebramos a las personas que sostienen esta cultura con coherencia, empatía y compromiso.
No es fácil formar parte de esta comunidad. Quienes la integran han tenido que aprender a reconocerse en medio del ruido, a filtrar el peligro disfrazado de promesas, a proteger a lxs nuevxs, a denunciar a los falsos amos y a desmitificar los discursos peligrosos que circulan incluso dentro de nuestros propios espacios. Porque comunidad no es solo coincidir en gustos sexuales: es una responsabilidad colectiva. Y dentro del BDSM, esa responsabilidad incluye cuidar la seguridad, fomentar la formación, respetar los límites ajenos y entender que cada persona lleva una historia distinta. Ser parte de esta comunidad no significa saberlo todo, pero sí implica estar dispuestx a aprender, a escuchar, y a no hacer daño.
Además, la comunidad BDSM ha demostrado ser profundamente resiliente. A pesar de la censura, la estigmatización y los discursos que intentan reducirnos a una práctica marginal, seguimos aquí, creando espacios, organizando eventos, escribiendo, educando, protegiendo. Existen grupos, blogs, asociaciones, talleres y círculos de apoyo que día tras día sostienen este ecosistema desde la honestidad y el cuidado. Esas estructuras comunitarias —grandes o pequeñas— son el verdadero orgullo BDSM. No los eventos masivos ni las etiquetas comerciales, sino esos rincones donde alguien puede llorar después de una sesión intensa, preguntar sin miedo, o contar con una mano que lo acompañe en su proceso.
Porque, al final, lo que hace grande a esta cultura no son los juguetes caros ni las palabras rimbombantes. Lo que nos hace comunidad es la humanidad que compartimos: el saber que detrás de cada rol hay una persona; que detrás de cada dinámica, hay emociones reales; que detrás de cada sesión, hay entrega, vulnerabilidad, responsabilidad. El 24 de julio celebramos eso. Nos celebramos a nosotros, en nuestras contradicciones, en nuestras búsquedas, en nuestros aprendizajes. Porque el BDSM no se sostiene por el deseo solo, sino por la red invisible —y poderosa— que tejemos cada vez que nos cuidamos como comunidad.
Conclusión: Una fecha que vive en nosotros
El 24 de julio no necesita permiso para existir. No necesita que lo aprueben instituciones, ni que lo validen organismos oficiales. Existe porque lo habitamos, porque cada persona que vive su BDSM con honestidad, cuidado y conciencia, lo convierte en un acto relacional y profundamente humano. Esta fecha no es solo una conmemoración, es un espejo que nos devuelve la imagen de una comunidad que ha aprendido a sobrevivir, a cuidarse, a educarse y a reinventarse, una y otra vez, a pesar del silencio, del juicio y del desprecio.
Hoy no solo celebramos prácticas o estéticas. Celebramos la libertad de elegir cómo relacionarnos, cómo amar, cómo ceder o ejercer poder desde el consentimiento. Celebramos la existencia de una cultura que no pide permiso, pero sí exige respeto. Y sobre todo, celebramos que no estamos soles: que formamos parte de algo más grande, más profundo y más digno que cualquier fantasía o cliché. Porque el BDSM es eso: una forma de vivir en libertad, pero también de construir comunidad, con compromiso, con responsabilidad y con la cabeza bien alta.
🩸 Opinión de Amo Diablillo
Cada 24 de julio me detengo un momento. No para colgar una imagen provocadora en redes ni para celebrar con ruido. Me detengo para mirar atrás, para recordar por qué sigo aquí. Porque no llegué al BDSM por moda, ni por estética, ni por necesidad de control. Llegué porque encontré un espacio donde las cosas se hablan, donde los silencios no se imponen y donde el deseo no pide permiso, pero sí consentimiento. Este día me recuerda que no estoy solo, que hay miles de personas que, como yo, han decidido vivir su libertad de forma consciente, ética y valiente. Y que cada vez que educamos, acompañamos o escuchamos sin juzgar, estamos haciendo comunidad. Esa es mi celebración: saber que aún queda mucho por hacer, pero también que ya hemos hecho mucho más de lo que el mundo está dispuesto a reconocer.
Ahora bien, también lo diré con toda claridad: no me interesa un BDSM de escaparate, vacío de contenido y lleno de egos con látigo. No me interesa la pose, la caricatura, ni la vanidad disfrazada de dominio. Este día no es una excusa para el culto a la imagen, sino un llamado al compromiso. El BDSM no se defiende con fotos sensuales, se defiende con formación, con coherencia, con autocrítica. Y si no somos capaces de sostener eso, entonces lo que hacemos no es comunidad, es teatro. Este 24 de julio, ojalá más personas se pregunten menos cómo se ven y más cómo están cuidando a quienes comparten esta cultura con ellos. Porque si no hay cuidado, no hay BDSM. Solo queda ego. Y con eso, no construimos nada.
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En #LaEscuelaDeBDSM, me enorgullece ofrecer un espacio de aprendizaje y reflexión completamente independiente. Mi labor no se financia mediante clases de pago ni cuento con patrocinadores que respalden mis actividades. La única fuente de apoyo económico proviene de la venta de los libros de la Saga MyA, disponibles en sagamya.laescueladebdsm.com . Estos libros, escritos con dedicación y basados en experiencias reales, buscan educar, inspirar y entretener tanto a personas novicias como a quienes ya forman parte de la comunidad BDSM.
Cada ejemplar de la Saga MyA comprado incluye algo muy especial: una firma manuscrita y una dedicatoria personalizada de mi parte, reflejo de mi compromiso por mantener una conexión cercana y auténtica con quienes me apoyan. Al adquirir uno de estos libros, no solo estarás disfrutando de una historia envolvente, sino también apoyando una iniciativa educativa única que busca desmitificar el BDSM y promover una práctica ética y consensuada. Tu contribución es vital para que pueda seguir llevando adelante esta misión.
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Y como siempre digo: me despido por hoy de todos/as vosotros/as con la intención de vernos en redes sociales, chats, foros, y que hablemos de BDSM siempre que sea posible.
Como siempre os digo, mis queridos alumnos, yo no soy un Maestro ni un Tutor, solo expongo mi experiencia, mis conocimientos adquiridos y adquirentes, para que todos podamos aprender.
Vive el BDSM con RESPETO y HUMILDAD.
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