
Hablar de sumisión en el BDSM suele despertar miradas cargadas de prejuicio. Todavía hay quien cree que ser una persona sumisa es sinónimo de ser débil, complaciente o alguien dispuesto a obedecer sin cuestionar nada. Nada más lejos de la realidad: la sumisión, bien entendida, no es una renuncia a la propia identidad, sino una elección consciente de cómo se quiere vivir el placer, la intimidad y el poder compartido.
Este artículo busca desmontar la confusión entre sumisión y servilismo, mostrando que quien se entrega no lo hace por obligación, sino desde el deseo, el consentimiento y el autoconocimiento. Ser una persona sumisa no es perderse, es encontrar un camino propio dentro del BDSM, donde los límites, la comunicación y el respeto son los pilares que hacen posible una vivencia enriquecedora y segura.
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