
SER DOM NO ES TAN FÁCIL
Ser Dominante no es una moda ni un papel de poder absoluto, aunque muchos lo crean. Es una responsabilidad que se asume con la mente, el cuerpo y el alma. En un mundo que aún tiembla ante la palabra BDSM, ser Dom significa caminar por una delgada línea entre el respeto y el juicio ajeno. La figura del Dominante sigue siendo malinterpretada: se le ve como alguien autoritario, frío o manipulador, cuando en realidad, detrás de esa presencia firme hay una enorme carga emocional, una exigencia constante de control y una obligación moral con quien entrega su confianza. La sociedad sigue prefiriendo ignorar la profundidad de este rol, y eso convierte al verdadero Dominante en alguien que debe sostener su identidad en silencio o con cuidado, evitando ser reducido a un cliché.
Pero dentro de la comunidad tampoco lo tiene fácil. Mientras unos glorifican la imagen del “amo perfecto”, otros la desprecian por confundir Dominación con tiranía. En medio de esas visiones distorsionadas, el Dom auténtico se enfrenta al reto de mantener su esencia sin justificar su existencia. Ser Dominante implica aprender, equivocarse, corregirse y volver a empezar; implica liderar con empatía, sin dejar de ser firme, y mantener el control sin perder la humanidad. No hay nada fácil en sostener una figura que debe ser guía, refugio y espejo de autocontrol. Y quizás, justo por eso, quienes asumen ese rol de verdad merecen ser vistos no como símbolos de poder, sino como guardianes del equilibrio dentro del caos del deseo.
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