LA DIFICULTAD DE VIVIR DE LOS LIBROS

LA DIFICULTAD DE VIVIR DE LOS LIBROS
Tiempo de lectura: 21 minutos
EL PODER DE LA ILIMITACIÓN - La Escuela De BDSM
La Escuela De BDSM

LA DIFICULTAD DE VIVIR DE LOS LIBROS

Sí, en vista de sacar la preventa de 3 libros, toca hablar sobre LA DIFICULTAD DE VIVIR DE LOS LIBROS. Vivir de los libros es casi tan difícil como escribirlos. Solo que lo primero no se enseña en ninguna escuela de letras. Nadie te avisa de que tras publicar tu obra —después de meses, incluso años de trabajo— tendrás que pelear cada euro como si vendieras enciclopedias puerta a puerta. Nadie te cuenta que, en un mercado que romantiza la creación y penaliza la rentabilidad, el autor es el último en cobrar y el primero en desaparecer de la ecuación.

No es desánimo, es hartazgo. De promesas editoriales que se diluyen en contratos imposibles. De la autopublicación disfrazada de libertad, cuando en realidad es una jungla donde el que no sabe de marketing, logística, fiscalidad y promoción… simplemente no existe. Y para colmo, cuando por fin logras vender, descubres que la ley te impide aplicar un mísero 10% de descuento si no lo haces en el contexto correcto. Como si escribir fuese un hobby regulado por decreto. Como si el libro fuera sagrado, salvo cuando se trata de pagar al que lo escribe.

La primera gran decisión llega justo después de escribir “Fin”. Cuando cierras el manuscrito, la realidad se abre en dos caminos: buscar una editorial tradicional o lanzarte a la autopublicación. Y aunque ambas rutas prometen llevar tu obra a las manos del lector, lo cierto es que ninguna viene sin peajes.

Publicar con una editorial tiene ventajas evidentes: distribución asegurada en librerías, cierta aura de prestigio literario —todavía vigente en muchos círculos— y la tranquilidad de saber que un equipo profesional revisará, corregirá, maquetará y pondrá en circulación tu libro. Si tienes suerte, incluso harán algo de promoción. Si no la tienes… también, pero con menos entusiasmo. En cualquier caso, sientes que formas parte de un engranaje con historia.

Ahora bien, la otra cara de esa moneda es menos brillante. Lo que ganas en presencia lo pierdes en control. El proceso es lento, burocrático y a menudo frustrante. La editorial decide casi todo: portada, precio, fechas, distribución, descuentos. Y cuando llegan los beneficios —si llegan—, el porcentaje que queda para ti es, en el mejor de los casos, simbólico. Tu nombre aparece en la portada, sí, pero tu bolsillo apenas lo nota. Y ni hablemos de las devoluciones o los ejemplares perdidos en almacenes.

Entonces uno mira la autopublicación con ojos de quien quiere tomar las riendas. Y sí, es una opción liberadora. Puedes elegir la portada, definir el precio, modificar el contenido cuando quieras, lanzar campañas cuando te convenga. Tus márgenes son mejores y tu contacto con el lector, más directo. Es la vía del escritor-emprendedor, del que no espera que lo descubran, sino que se construye solo su oportunidad.

Pero ojo: esa libertad tiene un coste altísimo. Aquí no hay nadie que te cubra las espaldas. Eres el editor, el corrector, el diseñador, el publicista y el comercial. Cada paso exige tiempo, dinero, energía y conocimientos que poco tienen que ver con la escritura. Y por si fuera poco, lo que no sepas hacer tú, tendrás que pagarlo. Autopublicarse es un acto de valentía… o de insensatez, si no sabes lo que implica.

Al final, ambas opciones tienen sus trampas, sus luces y sus sombras. No hay una fórmula mágica. Hay que elegir sabiendo que cada camino exige sacrificios distintos. Lo importante es que sea una decisión consciente, no una huida ni un salto al vacío. Porque al final, esto no va solo de publicar un libro. Va de mantenerte en pie después de hacerlo.

Dicen que un buen libro se vende solo. Mentira. Se vende solo si lo escribe una celebridad, si lo publica una gran editorial o si TikTok decide bendecirlo con uno de esos milagros virales que ocurren cada 500 años. Para el resto de los mortales, vender un libro exige una campaña de comunicación digna de una agencia de publicidad… gestionada desde el comedor de tu casa. Por ti. Con suerte, con wifi.

La autopublicación trae consigo una certeza incuestionable: si tú no hablas de tu libro, nadie lo hará. Y no basta con colgar una imagen bonita en redes sociales el día del lanzamiento. Tienes que diseñar estrategia, crear contenido, planificar publicaciones, lanzar campañas, enviar correos, coordinar colaboraciones, tocar puertas virtuales e insistir con elegancia —y a veces sin ella— para que te lean, te recomienden, te reseñen… o simplemente te hagan caso. Porque el silencio en el mundo editorial no es metáfora: es la norma.

Y todo esto, por supuesto, cuesta. Cuesta dinero —si contratas servicios de publicidad—, cuesta tiempo —si decides hacerlo tú— y cuesta salud mental —porque ver tus esfuerzos rendir migajas de retorno quema más que el sol de agosto en la feria del libro. Es un desgaste continuo. Un cansancio silencioso. La eterna sensación de estar dando vueltas a una rueda de hámster sin saber si avanzas… o solo haces cardio emocional.

Las herramientas están ahí, sí. Las redes sociales, las newsletters, las colaboraciones, las promociones cruzadas, los sorteos, las entrevistas en blogs… Pero el resultado, muchas veces, no compensa el esfuerzo. Hay días en los que un reel te da cinco likes y una venta, y otros en los que inviertes horas y no logras ni una visita a tu página de autor. La sensación de hablar al vacío es constante. Y no ayuda saber que, mientras tú haces malabares para vender diez libros, otro título (mucho peor) se convierte en bestseller porque lo compartió un influencer que ni lo leyó.

Y entonces llega el gran dilema: ¿escribes o promocionas? Porque el día tiene veinticuatro horas, pero parece que el algoritmo las divide en función de tu nivel de agotamiento. Si escribes, descuidas la venta. Si vendes, no escribes. Y si intentas hacerlo todo a la vez, acabas con un libro a medias y un ataque de ansiedad completo.

La ironía final es esta: en el siglo XXI, el escritor ha pasado de ser un artesano del lenguaje a convertirse en una agencia de comunicación unipersonal. Un hombre o mujer orquesta que compone, ejecuta, promociona y reza por una ovación. Lo más triste no es tener que hacerlo todo. Lo más triste es que, aun haciéndolo, nadie garantiza que funcione.

Si algo define al sector del libro en España, además del amor por las letras y la precariedad económica del autor, es la existencia de una ley que regula el precio de venta al público. Hablamos de la Ley 10/2007, de 22 de junio, de la lectura, del libro y de las bibliotecas, concretamente de su Artículo 9, que establece lo siguiente:

📜 Texto legal – Artículo 9. Precio fijo.

  1. El precio de venta al público de los libros será fijado por el editor o el importador, y será de aplicación a todos los puntos de venta, sin perjuicio de los descuentos que puedan realizarse en las condiciones establecidas en esta Ley.
  2. El descuento máximo que podrá aplicarse sobre el precio de venta al público de los libros será del cinco por ciento.
  3. Lo dispuesto en los apartados anteriores no será de aplicación:
    a) En el caso de ventas destinadas a bibliotecas públicas, en cuyo caso podrá aplicarse un descuento de hasta un quince por ciento.
    b) En el caso de ventas a organismos públicos destinados a la cooperación internacional y al desarrollo cultural.
    c) En el caso de ventas de libros de texto reglados y material didáctico a los centros docentes que los vayan a utilizar.
    d) En el caso de ventas realizadas durante un período limitado de tiempo con ocasión de ferias del libro, hasta un máximo del diez por ciento.
    e) En el caso de colecciones de libros que formen parte de una obra completa, o de una parte de una obra, cuando su venta se efectúe por suscripción.
    f) En el caso de ventas directas realizadas por el editor en sus propios locales o por medios telemáticos, en cuyo caso el descuento no podrá exceder del cinco por ciento.
  4. Corresponderá a las Comunidades Autónomas la vigilancia del cumplimiento de las disposiciones de este artículo.

Justificación oficial vs realidad del mercado

El espíritu de esta ley no es, en principio, maligno. Nació con la intención de proteger el tejido cultural, evitar guerras de precios entre grandes cadenas y librerías pequeñas, y garantizar una red de distribución equitativa. Es decir: que el lector pague lo mismo por el libro en una librería independiente que en una gran superficie. Hasta ahí, todo muy justo.

Pero la realidad —como siempre— es otra historia. Esta ley, que supuestamente busca proteger la bibliodiversidad y a los pequeños actores, termina asfixiando precisamente al más pequeño de todos: el autor. Porque mientras se cuida el precio, se ignora el valor real de todo el trabajo detrás. Y aunque suene lógico evitar que Amazon o El Corte Inglés revienten precios, ¿por qué el propio autor no puede aplicar más de un 5% si vende su libro en su web? ¿Por qué no puede hacer una promoción del 20% en preventa o un pack más económico con tres títulos?

El impacto directo: autor, lector y estrategia

El lector se ve privado de posibles ofertas. El autor, de margen de maniobra para fidelizar, premiar o simplemente vender. ¿Resultado? Estrategias de venta limitadas, campañas que rozan la ilegalidad con tal de ser efectivas y una sensación constante de estar moviéndote en arenas movedizas. ¿Cómo compites en un mercado salvaje con los pies atados por una ley de 2007?

Y eso sin hablar del IVA, la logística, las comisiones y los porcentajes que ya exprimen cada euro que entra. Lo único que no se puede tocar es el precio. Curioso.

Promociones, packs, ferias… con cuentagotas

La ley permite excepciones, sí: ferias del libro (hasta un 10% de descuento), colecciones por suscripción, ventas a bibliotecas y organismos públicos. Pero todo lo demás: ventas web, preventas, packs… está sujeto al 5% máximo, incluso si eres el propio autor.

¿Quieres ofrecer tres libros por 3×21,90 en lugar de 3×24,90? Cuidado. Si eso supone más de un 5% sobre el PVP unitario, puedes estar incumpliendo la ley. ¿Y un 10% para el Día del Libro? Solo si es durante la feria. Si te pasas una semana más, tampoco vale.

La consecuencia: el autor se convierte en funambulista fiscal. Haciendo malabares entre lo que puede hacer, lo que quiere hacer y lo que no puede permitirse.

¿Protegemos la cultura… o dejamos fuera al creador?

Que nadie se equivoque: proteger la cultura es necesario. Pero dejar fuera de la ecuación a quien la crea es tan absurdo como abrir una librería sin libros. La ley protege al lector, al distribuidor, al librero… pero deja al autor sin capacidad de competir, sin herramientas de fidelización y sin voz en su propio negocio.

¿Queremos defender la literatura o una estructura comercial rígida que ya no refleja la realidad del mercado? Porque si seguimos hablando de libros como si aún estuviéramos en 1995, nos arriesgamos a que en 2030 ya no quede nadie que quiera escribirlos.

Hablemos claro. Porque ya va siendo hora. Publicar libros no es solo cuestión de letras, inspiración y portadas bonitas. Es un negocio. Y como todo negocio, tiene cuentas. La diferencia es que aquí, el que escribe suele ser el último en enterarse de que, al final, es también el que menos gana. Por eso vamos a sacar los números al sol, uno por uno, sin adornos. Spoiler: el resultado da más vértigo que emoción.

Para empezar, comparemos cuánto puede ganar un autor por unidad vendida en las dos grandes vías disponibles: editorial tradicional o autopublicación (Amazon KDP). Los precios están expresados con IVA incluido, como corresponde al consumidor final. En la autopublicación, el coste de envío de Amazon al propio autor (cuando quiere distribuir sus propios ejemplares) también se descuenta del beneficio neto.

📊 Beneficios por libro vendido (1 unidad)

Tipo de libroPVP (IVA incl.)Editorial (15%)Amazon (Royalties)Envío desde AmazonBeneficio neto Amazon
Ebook9,90 €1,49 €6,93 € (70%)6,93 €
Tapa blanda19,90 €2,99 €7,19 €3,00 €4,19 €
Tapa dura24,90 €3,74 €6,29 €3,00 €3,29 €

📉 Editorial vs. autopublicación

La editorial tradicional ofrece estructura, corrección, maquetación, distribución y… eso es casi todo. Porque el autor, que es quien se ha dejado la piel escribiendo, apenas se lleva un 15% del precio final del libro. Es decir: si el libro cuesta 20 €, el escritor verá unos 3 €. ¿Y eso si lo ve, porque muchas veces hay que esperar a que se liquiden las ventas (si las hubo) una vez al año. Ah, y si no hay devoluciones.

En cambio, con Amazon, el autor mantiene un control total. Cobra por cada venta, sabe lo que ingresa, y puede mover su libro como le plazca. Eso sí: lo hace todo. Y paga todo. Y se enfrenta solo al mercado. Pero incluso así, como ves en la tabla, puede ganar más. Especialmente con el ebook, que no conlleva ni impresión ni envío. Con un precio final de 9,90 €, un autor puede quedarse con 6,93 € por venta. Es más de cuatro veces lo que ganaría con una editorial.

🚛 Descuentos, transporte, promociones, devoluciones…

Pero la cosa no acaba ahí. Porque el precio no es lo único que cuenta: también está lo que pierdes con cada acción de marketing. Si haces una promoción del 10%, tu beneficio se reduce. Si haces packs de libros, más de lo mismo. Si alguien te devuelve libros, asumes tú el gasto (en muchos casos). Si quieres asistir a una feria, tú los pagas. Y los transportas. Y los montas en la mesa. Y das las gracias.

¿Quieres hacer una preventa? Muy bien, pero no puedes descontar más del 5% salvo en contextos muy específicos por ley (como ferias). ¿Quieres regalar ejemplares? Nadie te impide hacerlo, pero prepárate para asumir los costes. ¿Y el envío? En Amazon, ese libro que tú mismo te compras para llevarlo a una firma… también lleva su coste de impresión y de envío.

🤐 El gran tabú: lo que queda para el autor

Esta es la gran verdad que nadie quiere decir demasiado alto: el autor es el que menos cobra. Y sí, es el que más da. Porque entrega meses o años de trabajo, noches sin dormir, horas de revisión, correcciones, reescrituras, revisiones de portada, maquetaciones, estrategia, difusión, y encima luego parece que tiene que dar las gracias por “haber publicado”.

El libro se vende a 19,90 € y tú te llevas 2,99 €. En tapa dura, se vende a 24,90 € y tú te llevas 3,74 €. Es decir, en cualquier otra industria, si hicieras un producto de 25 € y ganases menos de 4, estarías cerrando al año siguiente. Pero en esta, lo llaman “vocación”.

Y si decides hacerlo todo tú, aún con los mejores márgenes, la verdad es que lo que vendes no es lo suficiente como para que se traduzca en un ingreso sostenible. La mayoría de los escritores no llegan ni al salario mínimo ni aunque vendan cientos de libros. El romanticismo literario está muy bien en las novelas… pero no en las cuentas.

Hay cosas que no se eligen. Y escribir es una de ellas. No se trata de un hobby, ni de un capricho romántico. Es una necesidad casi biológica: escribo porque no sé vivir sin contar historias y conocimientos. Porque hay un lenguaje que solo se activa cuando la palabra se posa sobre el papel. Porque no decir lo que llevo dentro sería más doloroso que enfrentar la indiferencia del mercado. Porque sí, porque lo llevo en la sangre.

Pero esta pasión, esta entrega, esta vocación… viene con una contradicción feroz: trabajo horas infinitas, días enteros, meses de esfuerzo, para que al final, la recompensa económica sea poco más que simbólica. No es que uno quiera hacerse rico escribiendo —ese mito ya no lo compramos ni nosotros—, es que a veces ni siquiera se llega a cubrir lo invertido. Ni en tiempo, ni en dinero, ni en salud mental. Y sin embargo… seguimos escribiendo. Porque es más fuerte que nosotros. Porque si no lo hacemos, algo se rompe por dentro.

¿Es justo? No. ¿Está bien diseñado este sistema? Tampoco. Y por eso este texto no es solo una reflexión, es también una denuncia educada y necesaria. No pedimos privilegios, pedimos dignidad. No exigimos fama, sino respeto. Escribir no debería ser un deporte de alto riesgo económico. No debería doler tanto hacerlo bien. Y no debería costar tanto que te lean.

Así que, si has llegado hasta aquí, lector, gracias. De verdad. Porque cada libro que compras, cada autor que apoyas, cada historia que eliges leer, es una forma de sostener este delirio precioso que es escribir en un mundo que apenas lo valora. Gracias por estar ahí. Por entender. Por ser parte de esto.

Y si algún día dudas de por qué lo hacemos, recuerda esto:
«Escribo porque no sé vivir sin contar historias y conocimientos.»
Y eso, a veces, vale más que todo lo demás.

En #LaEscuelaDeBDSM, me enorgullece ofrecer un espacio de aprendizaje y reflexión completamente independiente. Mi labor no se financia mediante clases de pago ni cuento con patrocinadores que respalden mis actividades. La única fuente de apoyo económico proviene de la venta de los libros de la Saga MyA, disponibles en sagamya.laescueladebdsm.com . Estos libros, escritos con dedicación y basados en experiencias reales, buscan educar, inspirar y entretener tanto a personas novicias como a quienes ya forman parte de la comunidad BDSM.

Cada ejemplar de la Saga MyA comprado incluye algo muy especial: una firma manuscrita y una dedicatoria personalizada de mi parte, reflejo de mi compromiso por mantener una conexión cercana y auténtica con quienes me apoyan. Al adquirir uno de estos libros, no solo estarás disfrutando de una historia envolvente, sino también apoyando una iniciativa educativa única que busca desmitificar el BDSM y promover una práctica ética y consensuada. Tu contribución es vital para que pueda seguir llevando adelante esta misión.

¡Gracias por formar parte de esta comunidad y por ayudar a que #LaEscuelaDeBDSM siga creciendo y educando!

Y como siempre digo: me despido por hoy de todos/as vosotros/as con la intención de vernos en redes sociales, chats, foros, y que hablemos de BDSM siempre que sea posible.

Como siempre os digo, mis queridos alumnos, yo no soy un Maestro ni un Tutor, solo expongo mi experiencia, mis conocimientos adquiridos y adquirentes, para que todos podamos aprender.

Vive el BDSM con RESPETO y HUMILDAD.

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AMO DIABLILLO

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Soy AMO con experiencia en BDSM. En este Blog se intentará enseñar todo lo relacionado con el BDSM, de la forma más correcta posible.
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