LA SUMISIÓN NO ES OBEDIENCIA CIEGA

LA SUMISIÓN NO ES OBEDIENCIA CIEGA
Tiempo de lectura: 16 minutos
LA SUMISIÓN NO ES OBEDIENCIA CIEGA

Hoy vengo tranquilo, pero tengo que recalcar que: LA SUMISIÓN NO ES OBEDIENCIA CIEGA. En el universo del BDSM, pocos conceptos se malinterpretan tanto como la sumisión. Fuera del contexto adecuado —y muchas veces dentro también— se suele reducir esta práctica a una simple obediencia mecánica, a la figura de alguien que calla, baja la cabeza y asiente sin cuestionar. Esa imagen, repetida hasta el hartazgo en la pornografía y en discursos de poder mal digerido, no solo es simplista: es peligrosa. No representa la esencia real de la entrega, sino una fantasía que ignora los matices, las necesidades y, sobre todo, la humanidad de quien decide ocupar un rol sumiso.

Ser una persona sumisa no es desaparecer. No es renunciar a los propios derechos, deseos o límites. Tampoco es convertirse en un objeto al servicio de otra persona. Es, más bien, una elección activa y profundamente consciente de entrega dentro de un marco de respeto, comunicación y consentimiento. La sumisión auténtica nace del deseo, no de la necesidad. Se construye desde la confianza, no desde el miedo. Y sobre todo, se vive con dignidad, no con vergüenza.

En este artículo voy a desmontar algunas de las creencias más dañinas asociadas a la sumisión. Analizaré por qué obedecer no siempre significa someterse, qué lugar ocupa el consentimiento informado y qué diferencia a una dinámica BDSM saludable de una relación de control abusiva disfrazada de Dominación y sumisión. Porque si hay algo que necesita visibilizarse más que nunca es que las personas sumisas no están por debajo de nadie. Son parte activa, valiosa y esencial de esta cultura.

LA SUMISIÓN NO ES OBEDIENCIA CIEGA

Una de las confusiones más frecuentes —y más peligrosas— dentro del BDSM es pensar que obedecer y entregarse significan lo mismo. A simple vista, puede parecer que una persona sumisa “obedece” porque su rol implica seguir órdenes, cumplir protocolos o aceptar directrices del rol dominante. Pero reducir la sumisión a una lista de instrucciones cumplidas sin reflexión es no entender nada de lo que realmente está en juego.

La obediencia puede ser automática, impersonal, incluso impuesta. Se obedece por miedo, por costumbre o por inercia. En cambio, la entrega requiere presencia, consciencia y deseo. La persona sumisa no obedece porque no tenga otra opción, sino porque decide entregarse a esa dinámica, desde el consentimiento informado, el placer y la confianza. La entrega es una forma activa de conexión, no una pasividad disfrazada de virtud.

Cuando alguien actúa desde la entrega, lo hace sabiendo por qué, para qué y hasta dónde. La obediencia sin cuestionamiento puede ser útil en ciertos contextos, como una escena altamente ritualizada, pero si se vuelve la norma en toda la relación, el riesgo de abuso crece exponencialmente. En el BDSM sano, la entrega no anula a la persona sumisa, la reafirma en su poder de decisión.

Distinguir entre obedecer y entregarse no es un tecnicismo, es una cuestión de salud, seguridad y respeto. Porque si una parte no está participando activamente de la dinámica, entonces no hay BDSM: hay sumisión impuesta, y eso ya es otra cosa.

En la cultura BDSM, especialmente en su versión más edulcorada o hipersexualizada en redes, se repite hasta el cansancio una figura idealizada: la sumisa perfecta. Esa que siempre está disponible, que nunca dice que no, que sonríe mientras cumple cada orden, sin dudas, sin emociones contradictorias, sin necesidades propias. Una especie de muñeca obediente que se complace solo en complacer. ¿Suena bien? Puede. ¿Es real? En absoluto. ¿Es sano? Menos todavía.

Este mito no solo es irreal, es profundamente tóxico. Porque establece un modelo inalcanzable que genera culpa, frustración e inseguridad en muchas personas que están explorando su rol sumiso. Les hace creer que si dudan, si se cansan, si sienten rabia o se equivocan, están fallando. Que ser una persona sumisa significa no tener voz, no tener mal día, no tener opinión. Nada más lejos de la verdad.

La sumisión auténtica no es perfección, es proceso. No se trata de encajar en un molde, sino de construir una relación donde haya espacio para la vulnerabilidad, la comunicación y la evolución personal. Las personas sumisas sienten, piensan, se contradicen, y eso no las hace “menos sumisas”, sino profundamente humanas. Quien exige sumisión perfecta, exige una ilusión, no una relación real.

El peligro de este mito es que convierte a las personas sumisas en personajes, no en personas. Borra sus límites, sus deseos, y les obliga a rendir un papel más que a vivir una experiencia compartida. Y en el BDSM, donde el consentimiento y el respeto deben ser pilares, eso no puede permitirse.
Desmontar este ideal es abrir la puerta a sumisiones reales, profundas y honestas, lejos del teatro mal aprendido y cerca del placer auténtico de entregarse desde la verdad.

Una de las verdades más potentes —y menos comprendidas— del BDSM es que la sumisión no se impone, se elige. No se trata de cumplir un rol por inercia, necesidad o presión externa, sino de tomar una decisión desde la madurez y la consciencia. La entrega, cuando es genuina, nace de alguien que sabe lo que quiere, lo que necesita y hasta dónde está dispuestx a llegar para explorarlo.

La cultura popular insiste en mostrar la sumisión como una especie de “estado natural” de inferioridad. Nada más lejos. La entrega auténtica implica un nivel alto de autoconocimiento, de honestidad emocional y de valentía. Porque no cualquiera se atreve a poner el alma sobre la mesa, a confiar su cuerpo, su placer y su vulnerabilidad a otra persona. Solo quien ha trabajado en sí mismo puede entregarse de verdad, sin desaparecer, sin anularse.

Elegir entregarse es elegir con quién, cómo, cuándo y bajo qué condiciones. Implica establecer límites, negociar acuerdos, revisar necesidades y, sobre todo, saber que se puede decir que no en cualquier momento. No es una cesión total del poder, sino una cesión negociada y reversible. Eso no resta intensidad: la multiplica.

Cuando la sumisión nace desde la elección libre y consciente, se convierte en una herramienta de crecimiento, conexión y placer. No hay sometimiento, hay cooperación. No hay dominación unilateral, hay un intercambio de poder voluntario y cuidado. Y esa es la base que separa una dinámica BDSM saludable de cualquier intento de control o abuso disfrazado de juego.

En muchas dinámicas BDSM mal entendidas —y peor ejecutadas— todavía se arrastra la idea de que la parte sumisa debe “obedecer sin hablar”, “aguantar sin quejarse” o “callar para no molestar”. Como si su presencia estuviera al servicio exclusivo del bienestar del rol dominante. Como si hablar, pedir, proponer o decir “no” fuera incompatible con ser una persona sumisa. Este tipo de pensamiento no solo es erróneo: es profundamente peligroso.

Una persona sumisa tiene voz, tiene límites, tiene derechos y tiene poder. Ser una persona sumisa no significa estar disponible en todo momento, ni aceptar todo sin objeción, ni permitir dinámicas que vulneren su salud física o emocional. De hecho, cuanto más clara y activa es su participación en la relación, más segura y satisfactoria será la experiencia para ambas partes.

Hablar no resta sumisión. Pedir no anula la entrega. Decir “esto no me gusta” o “esto me hace daño” no es rebelarse, es cuidar el vínculo y poner el consentimiento donde debe estar: en el centro. El rol dominante no es un dios intocable; es un ser humano responsable de sostener, guiar y respetar, no de silenciar.

Una relación BDSM sana es, por definición, una relación donde la persona sumisa puede expresarse libremente sin miedo a perder su lugar. Porque el verdadero poder no está en el control absoluto, sino en la construcción mutua. Y cuando una persona sumisa puede decir “hasta aquí”, “esto sí”, “esto no”, o simplemente “quiero hablarlo”, lo que está haciendo no es romper la dinámica: es consolidarla.

Sin voz, no hay acuerdo. Sin acuerdo, no hay consentimiento. Y sin consentimiento, no hay BDSM. Solo imposición, y eso no tiene nada que ver con esta cultura.

Toda relación BDSM debería tener como pilares el respeto, el consentimiento informado y la seguridad emocional. Sin embargo, no todas las dinámicas que se autodenominan “BDSM” cumplen estas bases. A veces, lo que se presenta como sumisión consentida es, en realidad, una forma encubierta de abuso emocional, dependencia, chantaje o anulación personal. Y lo más peligroso es que muchas veces la persona sumisa no lo ve hasta que ya es demasiado tarde.

Una sumisión deja de ser sana cuando la palabra del «dominante» se convierte en ley inapelable, cuando ya no hay espacio para negociar, ni para expresar malestar, ni para revisar acuerdos. Cuando el miedo a decepcionar o a “perder su lugar” se impone sobre el deseo, el disfrute y la voluntad. Cuando se chantajea emocionalmente con frases como “una sumisa de verdad haría esto por su Dominante” o “si no lo haces, no eres lo suficientemente sumisa”.

También es señal de alarma cuando se impide el contacto con amistades, se ridiculizan los límites o se exige disponibilidad constante como prueba de entrega. En estas dinámicas, la sumisión deja de ser una elección y se convierte en una obligación emocional, alimentada por la manipulación, la culpa o la baja autoestima.

Detectar estas señales a tiempo es clave. La responsabilidad de mantener una relación BDSM segura no es solo del rol Dominante: la parte sumisa también debe estar atenta a su bienestar, validar sus emociones y recordar que su consentimiento puede retirarse en cualquier momento.

Porque el BDSM no debería doler fuera del juego. Si una dinámica hiere, vacía o apaga, no es sumisión: es abuso. Y en esta cultura, eso no tiene cabida.

La sumisión real no nace de la falta, ni del miedo, ni de la necesidad de agradar a toda costa. Nace de la elección, del deseo, del autoconocimiento y del valor de entregarse sin desaparecer. Es una práctica compleja, profunda y poderosa, que exige más coraje que pasividad, más voz que silencio, más verdad que apariencia. Una persona sumisa no es débil: es alguien que ha decidido confiar, negociar y participar activamente en una dinámica que le conecta con su placer, su identidad y su libertad.

Por eso es urgente desmontar mitos, desactivar discursos tóxicos y devolver a la sumisión su dignidad. No es obediencia ciega, no es servilismo ni anulación personal. Es un rol tan válido, valioso y exigente como cualquier otro dentro del BDSM. Y solo puede vivirse con plenitud cuando se basa en el respeto mutuo, en la escucha constante y en una conciencia clara de los propios límites y derechos. Porque quien se entrega con verdad, merece ser escuchado, sostenido y cuidado con la misma intensidad.

Estoy harto de ver cómo se sigue vendiendo la sumisión como si fuera una versión elegante del servilismo o una excusa para ejercer poder sin responsabilidad. Harto de quienes se autodenominan “Doms” sin haber leído una línea sobre consentimiento, psicología o dinámicas de poder, pero se sienten con derecho a exigir obediencia ciega como si eso fuera prueba de su autoridad. La sumisión no es una alfombra que se pisa. Es un camino que se transita con cuidado, con respeto y con inteligencia emocional.

Y también estoy cansado de ver a personas sumisas pidiendo disculpas por tener emociones, por expresar límites o por simplemente querer ser tratadas con dignidad. Basta ya. No se es “menos sumisx” por decir “esto no me hace bien”. Al contrario: se es más consciente, más honesto, más fuerte. En una cultura que dice defender la libertad sexual y la exploración del poder, necesitamos dejar de premiar el silencio y empezar a reconocer el valor inmenso de quien se entrega desde la verdad, no desde la necesidad de encajar en un molde prefabricado.
Porque si no hay libertad para decir que no, tampoco hay libertad para decir que sí.

En #LaEscuelaDeBDSM, me enorgullece ofrecer un espacio de aprendizaje y reflexión completamente independiente. Mi labor no se financia mediante clases de pago ni cuento con patrocinadores que respalden mis actividades. La única fuente de apoyo económico proviene de la venta de los libros de la Saga MyA, disponibles en sagamya.laescueladebdsm.com . Estos libros, escritos con dedicación y basados en experiencias reales, buscan educar, inspirar y entretener tanto a personas novicias como a quienes ya forman parte de la comunidad BDSM.

Cada ejemplar de la Saga MyA comprado incluye algo muy especial: una firma manuscrita y una dedicatoria personalizada de mi parte, reflejo de mi compromiso por mantener una conexión cercana y auténtica con quienes me apoyan. Al adquirir uno de estos libros, no solo estarás disfrutando de una historia envolvente, sino también apoyando una iniciativa educativa única que busca desmitificar el BDSM y promover una práctica ética y consensuada. Tu contribución es vital para que pueda seguir llevando adelante esta misión.

¡Gracias por formar parte de esta comunidad y por ayudar a que #LaEscuelaDeBDSM siga creciendo y educando!

Y como siempre digo: me despido por hoy de todos/as vosotros/as con la intención de vernos en redes sociales, chats, foros, y que hablemos de BDSM siempre que sea posible.

Recuerda que yo no soy ningún Maestro, solo soy una persona que expresa su experiencia y conocimientos dentro de nuestra cultura.

Vive el BDSM con RESPETO y HUMILDAD,

pero hoy añado, y con SEGURIDAD.

Visitas: 14

AMO DIABLILLO

Ver entradas de AMO DIABLILLO
Soy AMO con experiencia en BDSM. En este Blog se intentará enseñar todo lo relacionado con el BDSM, de la forma más correcta posible.
error: ¡¡Este contenido está protegido!!
Esta web utiliza cookies propias y de terceros para su correcto funcionamiento y para fines analíticos y para mostrarte publicidad relacionada con sus preferencias en base a un perfil elaborado a partir de tus hábitos de navegación. Contiene enlaces a sitios web de terceros con políticas de privacidad ajenas que podrás aceptar o no cuando accedas a ellos. Al hacer clic en el botón Aceptar, acepta el uso de estas tecnologías y el procesamiento de tus datos para estos propósitos.
Privacidad