
ENTRE LA FASCINACIÓN Y EL RIESGO DEL JUEGO MENTAL
Dentro del mundo del BDSM hay un concepto que despierta tanto curiosidad como polémica: el BDSM Mental, también conocido como D/s Mental. No se trata de látigos, cuerdas ni juguetes; tampoco de prácticas físicas explícitas. Aquí el poder se juega en otro plano: el psicológico. Un vínculo donde la dominación y la sumisión se construyen a través del control emocional, de la sugestión, de la influencia profunda que una persona puede tener sobre otra. Fascinante, sí. Pero también terreno pantanoso, donde la falta de límites, el desconocimiento o la mala praxis pueden convertir una experiencia intensa en un vínculo tóxico, dañino o incluso destructivo. Este artículo no busca promover esta práctica, sino analizarla desde una mirada crítica, realista y ética.
Hablar de BDSM Mental es abrir una puerta a dinámicas intensas, complejas y, a menudo, malentendidas. Se presenta como la cúspide del poder, como una entrega que trasciende lo físico… pero en muchas ocasiones, lo que se ofrece como “control mental” es simplemente manipulación emocional con un disfraz erótico. Como en tantas otras prácticas dentro del BDSM, la diferencia entre el juego consensuado y el abuso disfrazado reside en el conocimiento, el respeto, la comunicación y la responsabilidad. Y precisamente por eso, este tema merece ser abordado con seriedad, sin romanticismos peligrosos, pero también sin caer en la censura o el juicio fácil.
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